Patrimonio Conservado
Cepo, colmena de apicultura tradicional
Autor: desconocido
Cronología: Siglo XIX
Procedencia: Valle de Carranza
Contexto histórico: El cepo era un tipo de colmena vertical y fija utilizada en el conjunto de Euskal Herria y territorios del norte de la península. La apicultura, que formaba parte del paisaje y de la vida cotidiana de los Valles, fue un complemento en la economía rural de subsistencia.
Su decadencia comenzó en la segunda mitad del siglo XX, debido a la emigración de los pueblos a la ciudad y el abandono de la economía agraria. A partir de 1980, coincidiendo con la aparición en los colmenares de la enfermedad producida por el ácaro de la varroa (arácnido que se alimenta de larvas e insectos adultos), las abejas comenzaron a moverse a colmenas modernas (que en vez de ser fijas son móviles), y se abandonó el uso de los cepos tradicionales.
Descripción: Este tipo de colmena de montaña se fabricaba con un tronco de árbol (hueco o vaciando el mismo) donde las abejas fabrican las tástanas o panales fijos a sus paredes. Las más frecuentes son de roble, olmo y chopo. Suelen tener una altura de 80 a 90 cm, aunque hay algunos que sobrepasan el metro. En cuanto al diámetro, este depende del grosor del tronco, aunque se trata de que no sea ni muy ancho ni muy estrecho (entre 40-50 cm).
Las colmenas más antiguas se construían aprovechando los troncos de árboles huecos que se encontraban en los montes, aunque cuando tenían escasez de troncos huecos, los vaciaban de manera manual. También se llegaron a construir con tablas.
La extracción de la miel se solía hacer en octubre. Para ello, se tumbaba el cepo en el suelo y se ahumaba por la parte inferior logrando que las abejas subieran a la parte de arriba o salieran por la piquera (los agujeros de entrada y salida de las abejas), que se encontraba en el centro.
Para ahumar se utilizaban varios métodos. El más rudimentario consistía en un palo gordo donde se enrollaban trapos viejos. Los mejores trapos eran los de pana porque producían mucho humo, que se iban quemando sin llegar a arder. En cambio, el método más empleado era el del puchero viejo, al que se le hacía un agujero en el fondo que se llenaba de boñiga seca de vaca. Después, se prendía fuego y se soplaba por la boca, para que el chorro de humo saliera por el agujero.
Una vez expulsadas las abejas, para la extracción de la miel, se cogía un cuchillo y se cortaban los panales de la parte inferior hasta el centro (donde estaba la cruz) y se iban echando a un barreño. En cambio, la parte de arriba se dejaba intacta para que las abejas pasaran el invierno.
Durante el invierno, las abejas están inactivas debido al frío, y solían quedarse aisladas dentro de las colmenas. En las zonas de montaña, los cepos se solían cubrir con las nevadas, y aunque la nieve no afectaba a la colmena, en días soleados se retiraba la nieve de las colmenas para que las abejas pudieran salir.
Técnica: tronco hueco o vaciado
Materiales y soporte: tronco de madera
Proceso de creación: Lo más común era la utilizaciòn de viejos troncos huecos. Para ahuecarlos, empleaban una gubia que golpeaban con un mazo, y aunque era un trabajo sencillo llevaba su tiempo. Para agilizar esta labor a veces quemaban el tronco por dentro.
Las paredes tenían un grosor de 5 a 8 cm, y a veces les dejaban la corteza natural porque era un buen aislante térmico. A la mitad del cepo, se hacían dos o tres agujeros para la piquera, que servía de entrada y salida de las abejas.
Por dentro, en la parte central se coloca la cruz, hecha con dos simples palos que se cruzan perpendicularmente, estos cumplian varias funciones: servían para que las abejas pudieran sujetar los panales (llamados también tastanas) , para indicar hasta dónde se podía extraer la miel y para poder mover el cepo.
Después, el cepo se colocaba directamente sobre una piedra plana que hacía de base y lo protegía de la humedad. La parte de arriba solía estar cerrada con tablillas clavadas al tronco. Encima de las tablillas, para hacer de tejado, se ponía una piedra larga llamada lancha (e incluso tejas u hojalatas de bidones), para evitar que se colara el agua, la nieve y el frío. Encima del tejadillo, se ponían varias piedras para que el viento no lo levantara.
Finalmente, se sellaban los huecos o fisuras con boñigas de vaca o arcilla para aislar el interior del frío y del agua.
Estado de conservación: Los cepos se encuentran en un buen estado de conservación tras haber sido restaurados en 2018. Durante la intervención, se desinfectaron las piezas para evitar la propagación de insectos, y se consolidó la madera para asegurar su robustez.